martes, 31 de julio de 2007

HISTORIA DE LA LOCURA EN LA ÉPOCA CLÁSICA Tomo I. Michael Foucault

Comentarios de Fernando Estévez Griego Ph. D.

Michel Foucault es uno de los representantes del estructuralismo francés. Para comprender y comentar esta obra es necesario entender filosóficamente su concepto de este estructuralismo propio que nos brinda y que fue bien definido por Jean Piaget cuando dijo que el trabajo de Foucault "es un estructuralismo sin estructuras".
El planteo de su libro deja entrever su visión filosófica central de que existen cambios de espisteme que son en si cambios de discursos que no son producidos por actos humanos, individuales o colectivos, y que ni siquiera ocurren mecánicamente. Esto se dirige a demostrar que hay una discontinuidad entre espistemes, pero que al fin de cuentas existe una razón de cambios que Foucault denomina condiciones de posibilidad.
En toda la obra de Foucault se ve y se vislumbra una arqueología del saber que quiere demostrar un espacio general del saber. Cabe desde una óptica crítica del libro que estamos analizando. Exponer que Foucault es un estructuralista en todas sus tesis porque se opone al atomismo, y además porque siempre predomina en él la noción de referencia a los mismos análisis que establece. Este concepto estructuralista es verificable y común en la psicología de la gestalt e incluso en Jacques Lacan. Esta estructura es un sistema de transformaciones que comportan leyes, en tanto que este sistema se conserva o enriquece por el propio juego de transformaciones y autorregulación. La locura en la obra que analizamos de Foucault se basa en una propuesta estructural de que los hombres están sometidos a las estructuras y no a la inversa, y que el paso de la historia de la locura se ve delimitado por un marco propio de estas, que establecen modelos propios de relaciones que son diferentes manifestaciones de un mismo sistema estructural.
En su comienzo el libro de Foucault toma como referente primario la encarnación del mal, expone que al final de la Edad Media la lepra desaparece del mundo occidental y al margen de la comunidad y en las puertas de las ciudades que daban los leprosarios vacíos. Psicológicamente nos lleva hacia los arquetipos y recuerdos arcaicos de una edad consderada como poco racional, de la cual nos hace y obliga comenzar un viaje analítico de la evolución de la locura.
En este viaje imaginario hay un hecho central en su planteo estructural, que llama nuestro análisis y este es precisamente que nos dice que la encarnación del mal era antes la lepra, luego la locura, y que ambas están o estaban al margen de la comunidad como sinónimo de sociedad, y desde este referente primario esboza su obra comprobando esta idea central, la cual establece que la locura, es una conducta marginal frente a la comunidad. Esto nos llevaría a pensar primariamente que toda conducta marginal significa un acto de locura. Pero toda su obra se puede resumir en pocas palabras. La locura para Foucault es un sistema con diferentes manifestaciones que está sometida a las estructuras concordantes a determinados momentos históricos. La lepra desaparece entonces con las Cruzadas cuando estratégicamente Occidente, se cierra a Oriente. Y esto es señalado por Foucault y aunque no lo dice lo insinúa: la locura entonces suplantara a la lepra y marcará su referente opuesto, un prototipo de hombre normal regido por lo occidental que ve como poco cuerdo todo lo oriental. Esto aparece en el libro de Foucault como una necesidad Europea de autodefensa y búsqueda de una identidad que ya se había insinuado evidentemente con Pepino el Breve y Carlo Magno así como en los cantares del Mio Cid en España. Basta verificar nuestra historia para comprender que el desarrollo de la occidentalidad va ligada a un miedo indirecto a contagiarse de lo oriental o de lo africano, que son sinónimos de enfermedades y locuras poco civilizadas o si se prefiere de culturas marginales. ¿Pero marginales a qué referente? A la sociedad europea que se está forjando. Olvidado así el leproso dice Foucault sigue la estructura que permanece aguardando quien la llene, y serán entonces los pobres, los vagabundos, los muchachos de correccional y las cabezas alienadas quienes pasarán automáticamente al sistema de exclusión, estos marginados de la sociedad, obtienen su exclusión social pero ganan su reintegración espiritual. Dos siglos después de la lepra, la locura sucederá a esta.
Para proseguir su tesis Foucault hace gala de su conocimiento y erudición nombrando a varios autores y utilizando referentes históricos y literatos con el solo fin de utilizar la retórica para demostrar que existe un hilo que sigue en su proceso mental de como él imagina que se configuró la locura en Europa, lo que lejos de aclarar su visión y dotar al lector de una idea clara sólo contribuye a apreciar que hay una gran cantidad de palabras que llenan el libro sin mayor importancia.
Para comprender mi análisis estructuralista del estructuralismo de Foucault es necesario entrever en este libro lo no escrito, o sea lo que el autor define como episteme, que en otra ocasiones aparece como campo epistemológico que es la estructura subyacente y en tal sentido inconsciente que delimita todo el campo del conocimiento. Esta espisteme no la genera el ser humano sino que es el lugar desde donde todo humano conoce y actúa mediante las reglas estructurales de la episteme. Total la episteme es una estructura profunda a ultranza y por ello subyacente a todas las demás estructuras. Por esto no sólo tenemos que leer lo que Foucault insinúa sin decirlo para que llegue a nuestro inconsciente sino que además se hace necesario demostrar que su intento, es basarse en las epistemes de la época clásica de la locura para en obras posteriores abordar la espisteme moderna que es en si su objetivo.
Todos los críticos de Foucault, entre los que me incluyo, encuentran que existe en sus planteos una inteligibilidad de todo lo que habla no precisamente por la descentralización de los temas sino por la falta de claridad estructural dirigida sin la cual es imposible no ya a partir de un referente sino llegar a un objetivo que es el referente último de todo método.
Sin embargo, podemos apreciar que la locura que se analiza no era un pecado directo, sino el castigo mismo, sólo en ciertas ocasiones pues Foucault menciona cómo se azotaba a los locos. Lo que me parece rescatable es comentar la parte sugerida como trascendencia del delirio, donde se expone que llamamos locura a esta enfermedad de los órganos del cerebro, cuando también se acepta que los problemas de la locura rondan la materialidad del alma. Así se llega a vislumbrar como son los filósofos quienes más se ocupan de ella generando sus fantasías y volcándolas en sabias letras y argumentos que llenarán diferentes libros, pero el alma nunca estará comprometida con la locura para recaer en ella, lo que abre disimuladamente la puerta para justificar ciertos actos que aunque erróneos socialmente y tal vez inaceptables normalmente pudieran ser perdonados posteriormente por obedecer a una enfermedad que no nos permitía estar en el pleno dominio de nuestros actos. Bien dice Foucault el alma de lo locos no está loca, aunque por supuesto nadie ha sabido definir el alma con precisión.
La obra de Foucault me sugiere una frase que he acuñado como propia: la razón no existe, se inventa para justificar nuestros actos.

Del Libro de Psicología
Dr. Fernando Estévez Griego
Trabajo para la W.P: University

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