Comentarios de Fernando Estévez Griego Ph. D.
Veintiséis años después del nacimiento de Sigmund Freud nace en Viena, en 1882, Melanie Klein, quien años más tarde se convertirá en una de las personalidades más importantes dentro del movimiento psicoanalítico y cuya teoría ha provocado controversias y adhesiones dentro de dicho movimiento. Sus estudios de medicina la influenciaron posteriormente tanto como los cursos que hizo de Arte e Historia en la Universidad de Viena. En Budapest toma contacto con la obra de Freud. Su analista fue Ferenczi.
Se interesó por aplicar los conocimientos psicoanalíticos al tratamiento de los niños. Luego de su divorcio sigue su análisis con Karl Abraham. Conoce a Bárbara Lantos, Marie Bonaparte, René Spitz, Erich Fromm, Wilhelm Reich y Otto Fenichel. Ernest Jones la invita a Londres como miembro titular de la Sociedad Británica de Psicoanálisis. Falleció en 1960 dejando las bases de la escuela inglesa de Psicoanálisis y su aporte al estudio del psicoanálisis de niños.
A partir de Juanito, con el análisis de la fobia del niño de 5 años en 1909, se puede observar la posibilidad real de que el tratamiento psicoanalítico sea implementado en los niños. Esto genera dos escuelas a partir de Freud. Una la llamada Escuela de Viena de la hija de Freud, Anna Freud y otra denominada Escuela Inglesa de Melanie Klein. Klein trabaja en este libro sobre el caso Juanito y nombra reiteradamente a Anna Freud y sus conceptos para comparar su tesis.
Klein, o la Escuela Inglesa, se basa en un trabajo donde se destaca la noción de una labor de la transferencia positiva así como con la transferencia negativa oculta, las cuales durante el transcurso del tratamiento psicoanalítico, deben ser analizadas en profundidad, para establecer con claridad dentro del psiquismo los objetos buenos que, en primera instancia, son necesariamente distintos de los objetos idealizados. Para esto es menester reducir la escisión existente en el psiquismo entre las imagos persecutorias y las idealizadas, siempre que los impulsos agresivos se hubieran acercado a los libidinosos.
Para esto, sería necesario además que el odio fuera vencido por el amor. En tal relación, los trabajos desarrollados por Melanie Klein nos muestran la faceta de un enfrentamiento de las angustias con sus defensas. Así llegamos a la conclusión de que en el niño la capacidad de transferencia es espontánea y su ansiedad se intensa en gran medida. La compulsión a la repetición es producto de la presión de estas mismas ansiedades tempranas. El niño en consecuencia por este motivo, produce simbolizaciones y personificaciones que intentan reeditar constantemente sus primarias relaciones objetales que, además, sirven a la formación del Supeyo. Para esto, la adaptación a la realidad se expresa evidentemente en los juegos que inventa el niños y que pueden ser interpretados. En un análisis centralizado podemos afirmar que las primeras defensas en la relación binaria niño objeto surgen como consecuencia de las tendencias agresivas y son en definitiva la proyección en lo referente al sujeto y la destrucción en todo lo concerniente al objeto.
El niño, desde una primera instancia, proyecta en el psicoanálisis y en sus juguetes sus tendencias destructivas, de igual manera que lo hace con el amor. La intensidad de esta proyección y de las tendencias mismas es variable y va en relación directa al grado de fusión que hayan obtenido los instintos de vida y muerte. Pero esta interpretación de los juegos del niño dista mucho de una supuesta superación total o integral de los conflictos, pues los mismos pueden ser superables sólo cuando el niño puede ser capaz de comprenderlos y verbalizarlos. La verbalización acerca al niño a la realidad en una medida considerablemente mayor que el simbolismo del juego.
Melanie Klein, que interpreta constantemente el análisis infantil, tiende a opinar que los sueños, así como los juegos o bien las fantasías, son motivo de esa interpretación en igual medida que las actitudes. En definitiva, todo lo que el niño diga y haga sirve a nuestro propósito de interpretación y análisis. Pero un punto a tener en cuenta es que Melanie Klein sostiene que el psicoanálisis inevitablemente le creará angustia al niño y que para minorizar esa angustia el único camino es a través de las constantes interpretaciones de la conducta del chico. Pero por otra parte afirma que ve positiva la expresión de la transferencia negativa, que puede generar, y de hecho genera, una hostilidad.
Paulatinamente, la superación paso a paso de la transferencia negativa nos llevará a una transferencia positiva, que dejará profundizar en los problemas emocionales del niño. Para esto el psicoanálisis debe tener como finalidad disminuir en cierta forma la excesiva severidad o rigor del Superyo del niño.
Esto se logra en cierta parte por la interpretación del juego de los papeles, pero estos papeles no siempre son fáciles de interpretación. Para facilitar la labor del analista éste debe aceptar el papel que le otorga el niño si preferir éste ninguno y enfocar el análisis desde la situación que queda planteada a partir de la posición asumida por el niño. Otro punto destacable, por ejemplo, es la postura que sume Klein en cuanto llega a la conclusión de que en ambos sexos el alejamiento de la madre como objeto oral de amor resulta de las frustraciones orales infligidas por esta y que la madre a partir de ese momento se ejemplifica como madre frustrante o, mejor dicho, se presenta como tal en la vida mental del niño como madre temida. Algo importante es la explicación de la técnica que utiliza Melanie Klein. Para ella, por ejemplo, un muñeco puede representar un pene o, en otras ocasiones, el hijo robado a la madre, o en otras, el mismísimo paciente u otros.
Melanie propone estudiar en detalle, minuciosamente, todos los procesos del juego y así interpretarlos pues pueden darnos claras conexiones para dicha tarea. El material, según sus propias palabras, que los niños producen durante la sesión de psicoanálisis del juego, se puede apreciar que pasa del juego con juguetes a la dramatización en la propia persona del chico, donde utiliza otros elementos tales como agua, cortar papel, dibujar, teniendo que estar en nuestra mira el modo de hacer, la razón de hacer y los medios que los chicos eligen para hacer sus propias interpretaciones generando una verdadera miscelánea de factores que lejos de ser incoherentes o ilógicos poseen una lógica propia, pues el juego y los sueños son la forma de expresión más importante o relevante que tienen los niños.
Podemos decir que la representación que tienen de la realidad no les permite aún diferenciar claramente qué es lo verdadero y qué lo real. O, dicho de otra forma, qué es la interpretación interna y qué la realidad exterior. Pero cabe agregar que, al final de cualquier psicoanálisis, los niños no pueden cambiar sus modus vivendis con la facilidad o independencia o posibilidades que tiene el adulto.
Del Libro de Psicología
Dr. Fernando Estévez Griego
Trabajo para la W.P: University
martes, 31 de julio de 2007
libro PRINCIPIOS DEL ANÁLISIS INFANTIL de Melanie Klein
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